SintesisdelSur

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Si bien no es una prueba que inaugure la teoría de la evolución de Charles Darwin, ni un antecedente para sustentar la tesis de Friedrich Engels en “El papel del trabajo en la conversión del mono en hombre”, el descubrimiento de los fósiles que permanecieron guardados durante más de 4000 años por una cueva de San Juan, y el hallazgo de El hombre de Seboruco, constituyen dos de los acontecimientos más extraordinarios de las ciencias de la antropología, en la búsqueda de los orígenes del hombre dominicano y de las islas del Caribe.

En el año 1998, por una iniciativa del autor de estas líneas, quien era el director regional del Consejo Presidencial de Cultura, y del pintor Ángelo Valenzuela, a su vez director provincial de cultura, se iniciaron las excavaciones en un lugar inhóspito, en las estribaciones del parque José del Carmen Ramírez, encabezadas por los antropólogos Fernando Luna Calderón y Glenny Tavarez María.

Luna era médico, biólogo humano, paleopatólogo, psicólogo, subdirector del Museo del Hombre Dominicano; y Tavarez, también antropóloga y funcionaria del museo. Ambos me dieron sus puntos de vista y posteriormente hicieron una declaración oficial: “estamos ante un poblador precerámico, con economía de subsistencia (pesca, caza, recolección”).

Para completar una investigación que habíamos iniciado con el también antropólogo Domingo Abreu Collado, nos fuimos al lugar llamado Cueva de Seboruco. Restos de cuatro individuos fueron desenterrados por Abreu Collado quien identificó la presencia de una cultura arcaica preagroalfarera.

Y fue allí donde en el segundo intento de esta obsesiva indagación de parte de Ángelo Valenzuela y el suscrito, fueron descubiertos los restos del antiquísimo personaje, a quien decidimos llamar “El hombre de Seboruco’’.

El hallazgo se produjo el sábado 18 de abril del año precitado y al día siguiente desenterrado y trasladado a la ciudad en cortejo funeral integrado por gente vinculada a las ciencias y a la cultura, invitadas por el equipo organizador para que fueran testigos del extraordinario acontecimiento.

Los estudios demostraron que el esqueleto correspondía a un personaje que vivió en las montañas de San Juan en una data pre-cerámica de aproximadamente 4,000 años, considerado el hombre más viejo de que se tengan noticias en el Caribe insular y al que Fernando Luna identificó como el abuelo legítimo de los sanjuaneros.

Los estudios demostraron que el hombre de Seboruco vivió en esta zona 2,000 años antes de Cristo y que además fue antropófago (se alimentaba de carne humana). 

Exploró montañas, navegó la cabecera del río donde se construyó una represa y recorrió la cuenca de Sabaneta; mató por hambre o por supremacía tribal, comió lo matado y sus alimentos fueron los restos de otros miembros de las tribus. Era la época de la práctica del canibalismo por cultura o por necesidad. Además de El Hombre de Seboruco, fueron encontrados los restos de otros 12 precerámicos.

Se hallaron muestras de sílex: una especie de roca y material cortante, solamente trabajado por los primeros pobladores de la isla.

El antropólogo expresó dudas para determinar si la antropofagia en Seboruco era por necesidad o por práctica ritual “consistente en comer carne humana con el propósito de obtener los poderes del enemigo”.

La calavera, testigo irrefutable del extraordinario descubrimiento, después de que fueran cuidadosamente aislados los huesos, y sometidos a estudios en el Museo del Hombre Dominicano, fueron alojados en la biblioteca del Recinto San Juan de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, esperando que la investigación que lo llevó ahí, se amplíe y determine su procedencia, el modo de vida y cómo fue que llegó el final de sus días, subiendo y bajando las lomas de Sabaneta, muy ajeno a la presencia de las minas de oro que hoy despiertan la codicia de las multinacionales.

En opinión del antropólogo, la Cueva de Seboruco debe preservarse y ser declarada patrimonio de San Juan.

El autor es poeta.

Fuente: El Nacional

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