Roberto Rosado Fernández, educador
En
la época que realice mis estudios de Licenciatura en Ciencias Sociales
{1970-80}, en la
Universidad
Nacional Pedro Henríquez Ureña, extensión San Juan de la Maguana, recibí clases
de
un profesor de nombre Ervin Read, apodado El Húngaro, debido a sus orígenes,
Hungría.
El
húngaro era un docente con formación en historia y cultura general envidiable,
con
responsabilidad
sin igual y un cuidado estricto y absoluto a la hora de evaluar a sus
discípulos.
No
perdía un solo detalle [escritura correcta, concreción, precisión y claridad]
al evaluar
cada
discípulo debido a que, decía; no contribuiría a graduar un profesional
deficiente para
que
vaya a realizar un trabajo deficiente. Por eso en cada actividad pedagógica
buscaba la
excelencia.
Era extremadamente estricto en su labor pues, disciplina y excelencia, eran el
fundamento
de sus cátedras y así lo proclamaba.
Nos
impartió Historia del Arte, Historia Universal e Historia de la Cultura,
asignaturas
que
dominaba a la perfección. Sus clases eran expositivas y cada discípulo debía
intervenir con
ideas
propias, a partir de la temática asignada para cada actividad, como forma de
irlo
perfilando
para que realice con calidad su labor de docente cuando le corresponda ejercer
la
función
para la cual se estaba formando.
En
cada intervención suya, como colofón, daba orientaciones relativas al
comportamiento
y
protección de cada discípulo. No olvido las veces que hablaba de lo que
significaría en el
futuro
inmediato la ambición al dinero y al lujo que comenzaba a aflorar en el
ambiente social.
Comentaba
que tal apertura fomentaría los vicios, alentaría el robo, los atracos, los
asaltos, los
crímenes,
los desequilibrios y ruptura en las parejas, ausentismo escolar, entre otras
tantas
desgracias,
desarrollando en el tiempo una sociedad irregular, desequilibrada e insegura.
Habrá,
comentaba, de ponerse candado en los bolsillos o andar sin cartera para evitar
ser
asaltado
por los desaprensivos que ahora se desarrollan con celeridad.
Parecía
que el distinguido y apreciado profesor, ya fallecido, estuviera leyendo o
viendo de
cerca
el comportamiento de los jóvenes que se observa en la sociedad de hoy.
Lo
que ocurre hoy es un fiel retrato de todas aquellas orientaciones que
sabiamente daba
Read
para que fuéramos a las aulas, a todos los niveles, a reproducirlas como
advertencia para
que
desde las aulas nos convirtamos en portavoces de sus preocupaciones y
estableciéramos
estrategias
efectivas para combatirlas antes que se desarrollen.
El
desafío del docente de hoy es seguir esta ruta de orientaciones para ver si se
puede
combatir
los desequilibrios éticos y morales que hoy arropan a la sociedad dominicana.
El
profesor Read lo dijo en la década del 1970-80 y hoy se refleja más fuerte que
como lo
creyó
nuestro astuto y reflexivo profesor.
Sigamos
ese camino que algo se conseguirá
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