Por Rubén Moreta
Parece que vivimos en una sociedad de seres indiferentes. La lógica de la postmodernidad nos ha convertido en personas excepcionalmente individualistas. Es indiferencia la actitud de mirar hacia otro lado frente al deterioro de la paz mundial por las acciones colonialistas occidentales traducidas en sangrientas guerras a las antípodas (en Siria y otros pueblos del oriente próximo) y los conflictos en África.
En Siria se ha producido un genocidio en los últimos cinco años, con la muerte de 470,000 personas. El 11.5% de la población de ese país ha muerto o resultado herida durante esta guerra que no tiene punto final. En lo que era un rico y apacible terruño, otros once millones de sus pobladores han sido empujados a huir y vivir como refugiados en lugares inhóspitos dentro y fuera de ese país.
Muchos voltean la cara frente al vaho de la muerte en Afganistán, Irak y otros países cercanos al golfo arábigo-pérsico, donde desde el 1990 a la fecha han muerto cuatro millones de personas. Otras dolorosas guerras se dan en Burundi, Sudán del Sur, Libia y Yemen con saldos igual de sangrientos.
Estos conflictos matonescos tienen una etiología colonialista, porque persiguen instalar un modelo político opuesto a la cultura, valores y tradiciones de esas naciones a veces aún tribales e ir solapadamente adueñándose de las riquezas minerales de su subsuelo.

Propongo que comencemos a matar el fantasma de la indiferencia.
El autor es Profesor UASD.
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