SintesisdelSur

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Por Rubén Moreta

La Matanza de Palmasola, ocurrió en un empobrecido paraje rural perteneciente al municipio de Las Matas de Farfán la mañana del 28 de diciembre del 1962, día de los Santos Inocentes.
Más de doscientos hombres y mujeres fueron acribillados y otros cientos fueron heridos.  Las autoridades solo reconocieron 27 muertos.  Se trató de un genocidio en contra de campesinos que solo reivindicaban su fe en un Dios local.
En Palmasola cientos de campesinos y campesinas, armados solo de su poderosa fe en la reencarnación de su Dios Liborio Mateo, fueron  atacados y acribillados cruelmente por las fuerzas represivas del gobierno del Consejo de Estado.
Contingentes de la Policía y el Ejército nacionales atacaron a tiros sin piedad a infelices hombres y mujeres del campo, practicantes de una arraigada expresión de religiosidad popular  iniciada a principio del siglo veinte en la comunidad de Maguana Abajo,  municipio de San Juan de la Maguana por un carismático líder espiritual –Liborio Mateo-, que fue perseguido y ejecutado cruelmente por las fuerzas interventoras de los Estados Unidos el 27 de junio del 1922.
El acoso a este singular curandero se produjo durante cinco años (1917-1922) y en un  coordinado ataque a su feudo en la Cordillera Central, las tropas del ejército invasor, al mando del Capitán Williams, lo diezman y su cadáver, amarrado en una parihuela, forrada de trozos de yagua palmera, fue traído a la ciudad de San Juan de la Maguana, donde, como botín o trofeo de guerra, lo exhibieron y pasearon por las polvorientas calles de dicho pueblo.
Asimismo, su cuerpo exánime fue fotografiado y difundido en medios impresos nacionales.  Por ese despliegue mediático de la imagen de Liborio le viene a los sanjuaneros el “mote” de brujos.
Era tal la penetración del curandero y mesias sanjuanero que su nombre –Liborio- de tanto exclamarlo –oh Liborio, oh Liborio…- fue corrompido y convertido en Oliborio.
Un aspecto fundamental que hay que desbrozar es que Liborio Mateo  mutó de ser un simple curandero a liderar un robusto movimiento de resistencia rural a la primera intervención  de Estados Unidos en nuestro país.  Es decir, este líder religioso asume un digno papel político, patriótico, nacionalista y antiimperialista, méritos que lo exaltan a un pedestal procero.
Y Liborio, lo he sostenido antes, murió como lo hacen los grandes revolucionarios: sin claudicar a sus convicciones y con las armas en las manos, combatiendo con fiereza al enemigo.
Trujillo, cuando ascendió al poder proscribió el Liborismo y persiguió a quienes se proclamaban  seguidores de este culto.
A pesar de su muerte física, los seguidores de este ídolo local esperaban su reencarnación.  Estos  aguardaban  pacientemente la venida de su deidad y usaban como signo y símbolo de su fe tres cruces clavadas en el exterior de sus viviendas.
En las fiestas de atabales dedicadas a cualquier santo católico se aprovechaba para cantarle salves de alabanzas a Liborio, con lo cual mantenían viva su creencia.
Muerto Trujillo en el 1961, varios hermanos –los mellizos Plinio y León, Adela y Eloy Ventura Rodríguez- en la apartada comunidad de Palmasola en Las Matas de Farfán, Provincia de San Juan, se autoproclamaron como reencarnados del Dios de la Maguana, y de inmediato las romería se hicieron interminables hacia el lugar, a donde acudían a proclamar su fe y adoración a su montañés  divinidad.
El culto de Palmasola fue un rebrote Liborista, el cual fue eliminado abruptamente a través del uso de la fuerza, provocando una escalofriante carnicería humana.  
La matanza de Palmasola fue un crimen de odio religioso y un  genocidio de Estado, sin consecuencias para sus autores.
Sugiero a la Procuraduría General de la República y/o al Congreso Nacional crear una Comisión de la Verdad, con el objetivo de investigar y clarificar este ominoso acontecimiento, ya que los genocidios son crímenes de lesa humanidad y estos no prescriben.






El autor es Profesor UASD.
 

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