SintesisdelSur

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Si bien Juan Soto comenzó a mostrar sus habilidades temprano en las pequeñas ligas cuando llegó a la edad crítica para entrar al proceso donde los equipos cierran las firmas tuvo que hacer el que considera mayor sacrificio de su vida y de ahí descubrió el talento que tenía escondido.

Soto jugaba en la liga Los Vecinitos y su entrenador, Rafael Zapata “Papé”, no tenía la estructura para desarrollar talentos al punto de ponerlo al nivel que los equipos buscan, por lo que lo traspasó al programa de Cristian “Niche” Batista. La otra joya de la liga, Gilberto Celestino, lo llevó al entrenador Amaury Nina, que operaba su academia en la Base Aérea de San Isidro.

La familia de Soto se resistía a que dejara la escuela a los 14 años, por lo que tenía que madrugar para llegar desde su hogar en Herrera hasta Villa Mella antes de que caigan los rallos del sol donde se entrenaba con Batista.

“¿Qué marcó ese despegue? La olla (risas). Cuando llegué donde el Niche fueron momentos buenos, no te voy a mentir, fueron momentos duros, pero al final fueron buenos, hubo mucho aprendizaje, yo iba a donde el Niche todos los días cogiendo vehículos públicos y hasta que llegó un día que le dije, ‘oye, yo no aguanto más, tú eres el que sabe, yo necesito entrar para la pensión y quedarme en tu casa porque no aguanto, el cansancio, más el pasaje, más los trasnoches que tenía que pasar’”, dijo Soto.

Fue con Batista con quien terminó de pulir sus herramientas hasta convencer a los Nacionales de que le entreguen un bono de US$1,5 millones en julio de 2015. Por Celestino, los Astros pagaron US$2,5 millones.

“Tenía que levantarme a las cinco de la mañana, salir a las cinco y media de mi casa para allá, entonces fue un momento duro, el Niche me dijo ‘bueno, vamos a hacerlo’ y me ayudó, sabe, todo el proceso de los contratos y todo lo demás. Me ayudó, me puso en su casa y ya de ahí cuando yo entré a esa casa yo sabía que tenía una meta, yo tenía un plan, yo no fui a hacer otra cosa, yo fui a buscar lo que yo quería”, dijo Soto.

“En ese momento ellos sabían que yo tenía buen control de mi bate y de mi brazo y todo, pero hasta ahí todavía estaban medio dudoso porque en realidad tenían nueve prospectos por encima de mí que eran los élites”, recuerda. 

Entrenándose de espalda al contaminado río Isabela, en el play del Club Payero, 

Soto

fue calando en las exhibiciones hasta convencer a los equipos de que era el bateador con el mejor control de la zona de strike de su clase.

Fuente: Diario Libre

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