Por Rubén Moreta
En los
campos sureños existe la leyenda de que el jueves de Corpus Cristi un buey –por
mandato de Dios- le habló a su dueño que lo obligaba a trabajar ese día sagrado. Muy hábilmente, esa leyenda se repetía en las
iglesias y en los hogares, por lo que nadie en los campos rurales se atrevía a
salir a laborar ese día. Igual ocurre en
la zona urbana, por ser día feriado.
El Día
de Corpus Cristi dentro del catolicismo cristiano es una celebración que busca
básicamente enaltecer y fortalecer los
símbolos católicos utilizados dentro de la eucaristía como alegoría del cuerpo
de Cristo: el pan y el vino.
Este
misterio de conversión del pan y el vino en el cuerpo y la sangre de
Jesucristo, el paradigma católico lo explica ampliamente mediante la doctrina
de la transubstanciación.
La festividad
católica de Corpus Cristi busca básicamente hacer notar la presencia de Jesús
dentro de la liturgia y evocar su cercanía a los fieles consagrados que pueden
recibir los dones del pan y el vino. Esta celebración se inició a principio del siglo XIII. Sus gestores fueron la monja Sol Juliana de
Cornillón, quien recibió la inspiración en Bélgica; el Papa Urbano IV, quien la instituye en la
iglesia universal mediante la bula Transiturus Hoc Mundo el 8 de septiembre del
1264 y Santo Tomás de Aquino, quien elaboró el ceremonial litúrgico propio para
esa fiesta, incluyendo los cantos. El
elemento central en la conmemoración es la hostia, como representación tangible
del cuerpo de cristo.
El día
de Corpus Cristi es una celebración no fija en el calendario, por su conexión
con la pascua. Se realiza sesenta días
después del domingo de resurrección.
En
nuestros campos rurales este jueves es de mucho recogimiento y solemnidad por
el miedo de que “el buey pueda hablar”.
No
olvidemos que sembrar temor y miedo es el arma infalible de la religión.
El autor es Profesor UASD.
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