Por Rubén Moreta
Mateo
Aquino Febrillet fue un connotado educador que, en solitario, se abrió paso en
la vida. Nació y vivió en la más
absoluta pobreza material. Fue escalando socialmente -peldaño a peldaño- sin ayuda de nadie. Es el ejemplo de como la educación –sí y solo
sí la educación- produce movilidad social impoluta.
Comenzó
desde abajo a trascender en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y transitó
-eslabón tras eslabón-, durante treinta y cinco años, desde un simple empleado hasta ostentar la Rectoría de la
Universidad Primada de América, el más alto cargo de esa academia.
Concluido
su ejercicio al frente de la UASD, decidió probar suerte en la actividad política, para continuar su
servicio a la patria. En el 2014, regresó
a su natal San Cristóbal donde
rápidamente obtuvo un envidiable posicionamiento que le valió ser escogido como
candidato a Senador por el opositor Partido Revolucionario Moderno (PRM).
Mateo
Aquino Febrillet fue un maestro de
fértil desempeño, con gran vuelo intelectual y fino trato con los demás. Emigró a la política, un escenario donde
impera la violencia, porque dominan violentos seres humanos de la caverna.
Febrillet no cabía en el escenario de la política
porque elementos de baja estofa la dominan en los pueblos. Pero el malogrado
maestro entendía que el país lo necesitaba para seguir aportándole con su
sapiencia. Y miren el resultado:
mediando en una pelea de dos “animales”, de dos fieras, de dos descerebrados,
de dos miserables, resultó acribillado por una bala asesina la tarde del sábado
11 de marzo.
Umbrío
suceso. Los maestros son seres
especiales. Son dioses terrenales que no
merecen morir porque solo saben dar el néctar del conocimiento.
La
academia ha perdido a uno de sus
hijos más preclaros. Hoy, lleno de rabia, desconsuelo y dolor, pido
castigo para los malvados violentos que asesinaron a un hombre de paz.
El autor es Profesor UASD.
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