Por: Rubén Moreta
Recientemente una niña mulata de dos (2) años de edad
y que apenas articula palabras, una tía recién llegada del exterior con una
desbordante sonrisa de alegría al verla la saludó exclamándole: “Hola mi negra linda”.
La niña le respondió “yo no negra… yo no negra tía”. Por la respuesta de la bebe, todos rieron a
carcajadas. Para el colectivo familiar
eso fue un gran chiste. La realidad es
que el hecho en cuestión tiene implicaciones profundas: visibiliza que como pueblo queremos ocultar nuestra afro
descendencia y solo resaltar nuestros ribetes hispánicos.
En la República Dominicana la socialización de los
niños y niñas dominicanos se va construyendo rechazando nuestras raíces
africanas. Ese modelo sesgado de
explicación y definición de nuestra etnicidad lo hemos ido prohijando y
reproduciendo desde la socialización temprana.
A eso se le llama racismo actitudinal.
En nuestra cédula de identidad el dictador Trujillo
impuso que los mulatos, el grupo étnicamente preponderante de nuestra sociedad,
resultado de la mezcla racial del negro con el blanco conquistador- se le denomine “indio”. A ningún mulato hoy se le identifica como tal. Además de indio, al mulato es denominado
como: moreno, morenito, lavadito o moreno claro.
En el imaginario social dominicano los únicos negros
son los haitianos. Por eso, dizque de
forma juguetona, en nuestros hogares o en el trabajo, al de piel más negra se
le llama “haitiano”. Eso también es
racismo actitudinal.
Recientemente hice una encuesta con mis estudiantes de
la universidad y el 81% dijo tener “total
rechazo” y “mucho rechazo” contra los inmigrantes haitianos.
Al preguntarle en torno a las razones de su rechazo a
los inmigrantes haitianos la mayoría contesto que lo rechazaban “porque eran
feos” (21%), “porque eran muy negros” (18%), “porque eran malagradecidos” (24%),
“porque olían mal” (11%), “porque mataban a dominicanos” (8%)”porque hacían
brujería y maldad” (7%), “porque eran
pobres” (5%) y no sabe el resto 6%.
La mayoría revelo que aprendieron a rechazar a los
haitianos en su hogar, en el vecindario o comunidad donde viven o han vivido. Otros dijeron haber aprendido en la escuela o escuchándolo a través de los
medios de comunicación que a los “haitianos hay que sacarlos del país”.
Los prejuicios han dañado la sana convivencia entre
haitianos y dominicanos. Hemos
construido una animadversión en contra de los vecinos. No sucede lo mismo con los inmigrantes
españoles, alemanes, norteamericanos, que existen por millares, quienes son
tratados correctamente con respeto y cariño.
Esos son blancos. El prejuicio es
contra los haitianos por ser negros y pobres.
El autor es Profesor UASD.
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